Abro los ojos tras una larga y profunda cita con Morfeo.
Aparentemente es un día cualquiera de invierno. El Sol,
débil, hace el intento de colarse entre las rendijas de las persianas
invadiendo así la intensa oscuridad de mi habitación.
Estoy tan a gusto en mi cama, libre de complejos y
miedos, protegida por el dios griego del sueño de este mundo tan cruel que me
rodea y desprecia.
Ya es tarde, es casi la hora de comer. Me levanto y me
dispongo a vestirme tras media hora escogiendo
la ropa que me voy a poner, pero toda me queda mal. Me coloco frente al
espejo, deshaciéndome lentamente del cálido y confortable pijama.
De repente los miedos y complejos me empiezan a acosar.
El espejo empieza a mirarme con cara de asco y repugnancia como cada día. Le
digo que deje de mirarme así, pero hace caso omiso a mis órdenes, solo habla y
habla. De su boca solo salen palabras de desprecio hacia mí, y su mirada no
hace más que recorrer mi horrible cuerpo.
Me siento incómoda, desamparada… Morfeo me ha abandonado,
me ha dejado sola frente al espejo, que no deja ni por un segundo hacerme
sentir mal. Las lágrimas invaden mis mejillas a la par que él continúa con sus
miradas llenas de detestación y asco, y comienza a llorar también.
¿Es que se está riendo de mí? ¿Es que le doy pena? ¿Por
qué llora él?
“Te odio” le digo. Él también me odia, me lo ha dicho, me
lo repite continuamente, y muchas veces he pensado en alejarme de él pero es el
único en el que puedo confiar, es el único que me echa en cara cómo soy
realmente, y sé que no me miente, pero estoy harta, harta de él y harta de mí,
damos asco, somos tan iguales, tan horribles y repugnantes. Sé que es el único
que me entiende.
Tanto odio y miedo creado por la sociedad nos mete tanta
presión que el espejo ha acabado por desmoronarse por el suelo de mi
habitación, convirtiéndose así en miles de pequeños cristalitos con miles de
defectos.
Se encuentra muy débil, pero aún estando en tales pésimas
circunstancias, sigue estando conmigo.
Comienza a llorar a la vez que me acaricia el brazo con
uno de sus pequeños y afilados cristales, con sus tantos complejos y miradas de
desprecio. Siento como cada vez me acaricia más fuerte y comienza a brotar de
mí un sufrimiento al rojo vivo, un sufrimiento que nunca antes había conocido y
me voy sintiendo cada vez más débil, tan débil como se encuentra el espejo en
estos momentos.
El suelo de mi habitación está cada vez más lleno de
sufrimiento, y mis ojos ya no pueden aguantar más, siento como los párpados me
pesan, y voy cayendo lentamente entre tantos cristales bañados en rojo dolor.
Morfeo se acerca, me dice que esté tranquila, que ya este
odio y desprecio ha acabado, me agarra y acurrucándome entre sus brazos promete
cuidarme para siempre.
Hola bloggers!
Espero que os haya gustado este relato corto que escribí y presenté hace unos meses en un concurso de relatos. Tengo la buena noticia de deciros que he sido premiada con el segundo premio gracias a esta escueta historia escrita un fin de semana a altas horas de la madrugada desde mi móvil.
Doy gracias a mi insomnio, a mi blackberry por portarse bien y dejarme escribir esa noche sin quedarse pillada como de costumbre, y sobre todo agradezco mucho el apoyo de las pocas personas a las que les enseñé este relato y sin dudarlo creyeron en que iba a ser una de las premiadas.
P.D: Gracias también a vosotros, bloggers,por animarme con vuestras visitas a seguir escribiendo aquí.